domingo, 10 de enero de 2010

DEVUELVEME A MI CHICO

No, no se equivocaron al leer el título porque quién escribe soy yo, Raquel. Aproveché el momento que Fabricio no estaba en el departamento para escribir mi versión, aunque es posible que luego borre lo escrito. Y por favor guárdense sus comentarios, buenos o malos, porque desde que Fabricio empezó a escribir éste blog, que por cierto descubrí por casualidad cuando encontré los borradores en su laptop me sorprendió mucho, ¿cómo pudo ventilar nuestros problemas a todo el mundo?

Luego de tranquilizarme me fue fácil ingresar a su página, su clave es: ‘raquelyjacob’. Esto es muy gracioso, a Fabricio nunca le gustó su primer nombre, ahora sí, pero sobre todo que aún no me olvida así diga lo contrario.

Puedo ver la foto en blanco y negro que se bajó de Internet: un chavo con las manos en las bolsas, la cabeza cabizbaja, la capucha cubriendo todo su rostro, y a un costado su pequeña leyenda, clásico de un pendejo reprimido.

A simple vista un hombre que necesita apoyo moral, ¡ay por Dios, apoyo moral! Si el muy cabrón de inmediato me cambió por otra, una bajita con pelo chino color azabache –que por cierto le queda redivino. Como somos las mujeres de rajonas y yo en lugar de hablar mal de la desgraciada termino alabando su cabello.

Lo curioso del blog es que parte de lo que dice en su perfil es verdad. A Jacob nunca le gustó escribir y mi sorpresa fue encontrarme con textos bien redactados y sobre todo su gran memoria para recordar nuestras discusiones. Y no tengo por que negarlo, Fabricio escribió con exactitud lo que pasó el día que me fui, cuando regresé, la discusión reciente cuando salió del departamento y a los pocos segundos estaba de regreso para terminar de una vez la conversación.

Pero no nos desviemos del tema porque este capitulo no es para hablar sobre las destrezas de Jacob sino para dar mi versión de todo lo que ocurrió. Ustedes están al tanto que una mañana desperté y me largué sin dar la más mínima explicación dejando a Jacob en un pozo del cual salió al poco tiempo gracias a ese bueno para nada de Orlando.

Una vez escuché decir que el peor enemigo de una mujer es el mejor amigo de su pareja y los resultados saltan a la vista, Orlando tiene toda la culpa del cambio de vida de Fabricio. Fue él quien le presentó a un centenar de amigos, unos tipos que de seguro se vestirán como hippies, greñudos y apestosos. Unos completos ‘nacos’ y que entre ellos se filtró esa tal Amanda, aquella mamoncita que apareció para impedir que Fabricio me perdonara en un abrir y cerrar de ojos. Porque así fue, él no me perdonó, cuando yo juraba que lo haría derramando algunas lágrimas, echándole en parte la culpa, pero ni eso funcionó.

En estos cinco meses Fabricio había cambiado demasiado, ya no es más un esclavo del trabajo, tampoco era el tipo que salía o departía una noche con sus amigos en el departamento. Ahora su celular no deja de sonar bien por la arrabalera de Amanda o por Orlando y su banda de nacos poetas y cantantes.

Cuando Alexander me dejó abandonada en el hotel en Miami con algunos dólares en mi tarjeta de crédito, pensé en diversas alternativas. Estaba demás llorar, tenia que pensar con la cabeza fría y buscar salidas. Irme con mi familia a California no valía la pena, mis padres iniciaran la tanda de preguntas y saldría mal parada, llegar de sorpresa al departamento de Antonia que recientemente se había mudado a Houston no era factible, fue ella quien me animó a irme con Alexander y sus consuelos no serian de buen estimulo. Irme por un tiempo al D.F. tampoco merecía.

Mi única alternativa era regresar a Dallas y presentarme bien cara dura en el departamento que renté a medias con Fabricio e iniciar una reconquista. ¿Cuántos hombres no hacen lo mismo todos los días? No son ellos los que se largar con la primera vieja que les mueve bien el trasero y mandan a la mierda tres –o más– años de relación, y que al poco tiempo regresan como perros con el rabo entre las piernas pidiendo perdón, suplicando una oportunidad. Que los muy desgraciados se dieron cuenta que nosotras somos las indicadas para ser las madres de sus hijos. Lloran, suplican una oportunidad prometiendo una mil cosas, resaltando entre ese mar de promesas esa palabrita que tantas veces pisotearon como un chicle y que cuando nos tuvieron en sus manos les valía ver… sí esa palabra que encierra todo una responsabilidad y respeto: fidelidad. Pero cuando se trata de una mujer quien decidió cruzar la línea nos miran por encima del hombro y nos tildan de putas y zorras.

Pero aquí estoy dando la cara, aceptando que cometí un error, que no me salió el jueguito y si regresé es porque no tenia a dónde más ir, pero eso no era todo. Compartir el departamento con Jacob también significaba compartirlo con Amanda, porque fue ella que en lugar de votar en contra mía lo hizo a mi favor cuando apareció en la sala junto a Fabricio. Luego de las respectivas presentaciones ella no dejaba de observarme, pero no con ojos llenos de odio o ganas de partirme la madre. Todo lo contrario estaba serena, calmada con ese cabello chino que siempre anhelé tener. Lo que me pareció curioso fue que sin querer empecé a hablar en ingles y Fabricio me pidió que lo hiciera en español, la ‘arrabalera’ recién estaba aprendiendo el idioma.

Las condiciones o reglas eran mínimas, yo tomaría el cuarto de visitas. Tendría completa libertad en el departamento menos ‘tirarme a Jacob’, me lo dijo Amanda muy fresca frente a él que le siguió el jueguito, ¿cómo rayos pudo soltar semejante comentario? ‘Y eso no es nada’, me diría después Fabricio. ‘Siempre dice lo que piensa, con ella no hay medias tintas’. Pero la sorpresa no quedaría allí, no dicen que la vida real supera la ficción y eso es lo que pasa en éste triangulo amoroso o seria cuartero si es que siguen leyendo este capitulo.

Fabricio había salido para encontrarse con Orlando y ayudarle en una sesión de fotos de una modelo para la revista virtual que pensaban sacar cuando Amanda apareció en la puerta.

- Si buscas a Fabi – sin querer se me escapó el tuteo a mi ex –, acaba de salir.

- Lo sé por eso vine, quería conversar contigo a solas – otra vez estaba esa mirada penetrante y no la veía nerviosa. Tenia las manos cruzadas a la altura de sus pechos. Esto no me estaba gustando nada, empecé a arreglar la mesa del comedor como para hacer algo y ella se sentó en una de las sillas.

- Dime, ¿qué es lo más grande que has hecho por amor?

- ¿What?

Amanda se levantó de la silla y fue a la cocina para regresar con dos vasos de agua mientras yo intentaba encontrar respuesta en mi cabeza, pero estaba segura que la respuesta a esa pregunta no la encontraría en el entorno laboral o familiar, tenia que ser por alguien del sexo opuesto. Con una sonrisa a medias me ofreció uno de los vasos.

- Sé con quién te fuiste a Miami – soltó las palabras sin dejar de mirarme. Quise mandarle a chingar a su… pero me contuve, algo me decía que con ella debía de tener cuidado.

- Y si lo sabes, ¿por qué me lo dices? Además qué tiene que ver con la pregunta que me hiciste.

- Respuesta que no lo tienes de lo contrario ya lo hubieras hecho – sonrió llevando el vaso de agua a la boca -. Sabes, hace dos años conocí a un muchacho en Acapulco cuando estaba de vacaciones. Era de porte atlético, bien parecido, sencillo y sobre todo encantador. Detalles que te hacen imposible ignorarlo y terminé con él en la cama de un hotel. Fue el mejor mes que tuve en mi vida. Él era el hombre que había soñado, pero así como apareció, desapareció.

Este último dato capturó más mi atención.

- Mi galán se marchó y sólo me dejó una carta donde me agradecía por todo lo que habíamos pasado juntos. También me explicaba el por qué de su desaparición, una llamada de urgencia le motivó regresar a los Estados Unidos, su padre estaba grave. Pero al final de la carta se encontraba quizás el párrafo que aprendí de memoria y que me martillaba la cabeza a mi regreso a San Luís. “Por si algún día decides venir a los EEUU, aquí esta mi dirección y mi teléfono en Miami.

Al reconocer el teléfono de Alexander y la misma dirección de la casa donde estuve viviendo en Miami el cambio en mi rostro fue rotundo y de ello se dio cuenta Amanda.

- Sí Raquel, yo también fui una víctima más de Alexander y fue por él que dejé todo en México para venir a buscarlo, pero fue en vano, él ya estaba con otra.

Su naturalidad para hablar me sorprendió. Esto no podía ser posible, ambas habíamos tirado con el mismo hombre, pero en diferente tiempo.